Si vamos a construir una nueva sociedad, tendremos que distanciarnos o tal vez quebrar los fundamentos del estado-nación. Tendremos que separar no solo conceptualmente estos términos, pero también separarlos en la práctica. Si se entienden isomorficamente, tendremos un estado-nación homogeneizador, donde un grupo representará lo ideal de esa nación y donde la alteridad de los otros y otras se aniquilará como siempre se ha hecho. Si vamos a construir algo más allá del estado-nación, pensemos lo que significará en nuestro contexto un estado enraizado en las comunidades campesinas, indígenas, negras, y urbanas autodeterminadas y autónomas. Esto no significa configurar un nuevo mapa político, pero si cambiar el sentido de ser parte de un territorio donde la democracia radical funda las prácticas y conocimientos en todas las comunidades que se encuentran adentro de las demarcaciones geográficas que conocemos como Honduras.
Para lograr esto necesitamos lo que Dussel llama la “voluntad general plural unida” donde se construirá un proyecto intersubjetivamente, donde el poder se reconfigurará horizontalmente a través de las articulaciones de los diversos y múltiples sectores sociales, es decir, de los pueblos y movimientos sociales de Honduras que luchan todos los días para refundar y pensar el país en otros términos. En fin, para quebrar con el pensamiento único colonizador neoliberal y sus valores individualistas, lo colectiva se tendrá que fortalecer para evitar la división y el individualismo posesivo. Esto no significa que no existirán diferencias y conflictos cuando empecemos a construir una nueva sociedad. Mas bien, a través de estas tensiones donde fortaleceremos nuestra democracia.
Siguiendo el poder comunicativo y acción comunicativa de Arendt y Habermas respectivamente, Dussel cita a Habermas para explicar las consecuencias sociales y políticas cuando los pueblos se excluyen del imaginario políticos: “Todo orden estatal que aísla entre si a los ciudadanos por medio de la desconfianza e impide que se intercambien públicamente sus opiniones degenera en tiranía.» Evitemos, a todo costo, cuando nos toque construir una nueva sociedad que los que dominan el poder comunicativo y la acción comunicativa sigan silenciando a los pueblos y comunidades que han resistido el colonialismo, neocolonialismo y el colonialismo interno por 527 años.
No es por nada que la palabra radical, si tomamos sus significados etimológicos, podemos ver que radicalis se refiere a lo que tiene raíces. No queremos una democracia liberal donde la suma de individuos determina el rumbo del país. Lo que queremos es algo más radical, algo que se entierre en nuestras comunidades y en nuestro sentido de ser. Enraicemos nuestra democracia radical en nuestros territorios y construyamos algo realmente histórico, donde las futuras generaciones podrán ver y sentir el pasado en el presente.